1.- Ante la próxima Cuaresma
Cuando todavía permanece en nuestra memoria el eco de las fiestas de Navidad, nos adentramos este año en el ejercicio de la santa Cuaresma que nos conducirá a la celebración de los Misterios de la muerte y resurrección del Señor Jesús, así como el de la venida del Espíritu Santo. Si miramos bien, esta cercanía de la Navidad con la Pascua nos ayuda a comprender que el Misterio de Cristo es único, desplegado y vivido en tres momentos. A cada uno de ellos los llamamos Pascua. Celebramos tres Pascuas, es decir: tres pasos de Dios por nuestra historia y nuestras vidas.
2.- Dios está con nosotros y nos salva
El Apóstol San Pablo –cuyo año estamos celebrando- escribiendo a los Filipenses (2, 5-11) nos narra cómo es este triple paso de Cristo entre nosotros: “Él, siendo de condición divina… se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo como un hombre cualquiera”. El Eterno entra en el tiempo para salvar y compartir la vida de los que vivimos sometidos al paso inexorable de la historia: es la Pascua de Navidad. Y no sólo se hizo hombre, sino que también quiso experimentar, para redimirlo, el túnel oscuro del dolor y de la muerte por el que transita el género humano: “se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz”. Pasó por la muerte, pero la muerte fue por él vencida y en virtud de su obediencia al Padre: “Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre”. Es la Pascua de su Pasión, muerte y resurrección. Este acontecimiento, verdaderamente central para la historia, no ha quedado aislado en el tiempo como un mero recuerdo. El mismo apóstol, esta vez escribiendo a los Corintios, nos dice que nadie puede experimentar este señorío real de Cristo “sino es bajo el impulso del Espíritu Santo” (1ª Cor. 12, 3) Es la Pascua de Pentecostés. En ella es el Espíritu Santo – el Espíritu que procede del Padre y del Hijo- quien posibilita que sea viva, actual y permanente para nosotros la salvación obrada por Cristo en un momento concreto de la historia.
3.- Intimar con el Señor
Al comienzo del presente curso pastoral os dirigí una exhortación sobre la oración en la vida de las Cofradías y Hermandades. Quiero reincidir nuevamente sobre ello, porque es la oración, animada y vivificada por el Espíritu Santo, la que puede abriros las puertas para entrar en una comunión íntima y real con los misterios que vuestras imágenes sagradas representan. La oración –personal, comunitaria y litúrgica, sobre todo la Eucaristía- es la clave para pasar de un ritualismo externo y costumbrista a la vivencia transformadora y salvífica que el mismo Señor nos exige: “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt. 7, 21). Por eso, yo también, con las palabras del autor de la Carta a los Hebreos os recomiendo: “Procuremos estimularnos unos a otros para poner en práctica el amor y las buenas obras; no abandonemos nuestra asamblea litúrgica, como algunos tienen por costumbre, sino animémonos mutuamente, tanto más cuanto que ya veis que el día se acerca” (10, 24-25)
¡Cuántos tesoros de vida y esperanza encierra la oración! ¡Cuánta plenitud de gozo aporta y qué útil es en los momentos sombríos de la existencia! El Santo Padre Benedicto XVI en su Encíclica “Spe salvi” nos lo ha recordado: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo” (32)
4.- Vuestra oración devocional
A lo largo de estos años que llevo sirviéndoos en el Señor he podido constatar cómo la oración en vuestras Cofradías y Hermandades posee un fuerte componente devocional provocado por las imágenes sagradas, a lo largo del año en sus altares y en Semana Santa llevadas en estación de penitencia. Esta tradición secular del culto a las imágenes y “pasos” que representan las escenas de la pasión de Cristo, tal como son narradas en los evangelios o en antiguas tradiciones extra bíblicas, han calado muy profundamente en el pueblo cristiano. También he visto como muchas de las personas que se inscriben en nuestras Cofradías lo hacen por devoción a la imagen titular. Es decir, porque esa imagen o advocación le suscita un sentimiento religioso que, de alguna manera, le invita a actitudes de veneración y súplica, y a verse protegido por la fuerza simbólica de trascendencia que le ofrece.
Es fácil ver durante todo el año a muchos cofrades en oración silenciosa ante sus imágenes, ofrecerles limosnas, flores y cirios, guardar en lugar importante de sus casas, en sus carteras o colgando de una cadena en su pecho una reproducción de la imagen titular de su Cofradía. Además, cuando lleguen los cultos peculiares de cada hermandad y los días grandes de la Semana Santa, no perderán ocasión para manifestar públicamente su devoción. Serán días intensos y muy marcados en su particular calendario. Para muchos ésta es la forma habitual de relación con Dios.
La Iglesia Católica, que ha considerado a Jesucristo como la imagen visible de Dios invisible, siempre ha admitido esta veneración a las obras artísticas que nos ponen en contacto visual con la persona, la vida y el mensaje de Jesús. Incluso ve como positivo el que esta veneración se amplíe a su Madre, Santa María, y a aquellos hombres y mujeres, que por su testimonio de vida son buena expresión del mismo Evangelio. Para una mejor formación respecto a la significación y licitud del culto a las imágenes sagradas os recomiendo la lectura del Catecismo de la Iglesia Católica en los números 1159-1162 y 2129-2132.
5.- Alcance de una Cofradía
Por eso ha admitido como propias las asociaciones de fieles que tienen por objetivo principal dar culto comunitario a esas imágenes. Con ello quiere facilitar al pueblo -que muchas veces se identifica más con lo que puede ver y sentir que con razonamientos más profundos- el acercamiento al misterio de Dios manifestado en Jesús. Constantemente, sin embargo, hay que estar en guardia ante los peligros que puede llevar consigo una devoción mal enfocada. Junto a la superstición y al "milagrismo", hay que tener especial cuidado en no poner un medio de acercamiento a Dios como la auténtica meta que agote toda la dimensión cristiana. Si el culto y la devoción a nuestros titulares no nos llevan a acercarnos más al amor de Dios y, como consecuencia, al amor a los hermanos, algo muy profundo está fallando.
6.- Conclusión
Muy queridos Cofrades.
Nuestra Iglesia diocesana de Jaén camina con esperanza renovada bajo la fuerza del Espíritu, por los cauces trazados en el Plan Pastoral diocesano para este curso, como bien conocerán.
Se encomienda en el mismo a la Delegación de Cofradías y Hermandades la, “renovación de los cultos litúrgicos de las Cofradías” con las pautas que la Delegación misma les aporte. Se lo agradecemos todos de ante mano así como su acertada cercanía y entrega en favor de todas y cada una de estas asociaciones diocesanas.
Para terminar, hago míos los sentimientos de Pablo, confiando en que “llevaréis una vida digna del Señor, agradándole en todo, dando como fruto toda suerte de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1, 10). Que Santa María, madre del Crucificado glorioso, os sostenga, anime y aliente para dar a conocer al mundo, con palabra y obra, a su Hijo muerto y resucitado, “esperanza de la gloria” (Col. 1, 27) para cada uno de nosotros.
Con mi saludo y bendición.
Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén.